lunes, 19 de enero de 2009

Cirugía. Ortopedia. Eugenesia. Una aproximación a la constitución jurídico-estatal del campo popular en la Argentina del siglo XX

Con este trabajo me propongo ofrecer un borrador de un esquema posible para la crítica anarquista del Estado contemporáneo. En la medida en que esta crítica se propone empezar a dar cuenta de nuestros problemas concretos como activistas las categorías que propongo son abstracciones construidas a partir de la historia argentina del Siglo XX.
El punto de partida es la siguiente cuestión. Aún cuando el Estado es siempre controlador, jerárquico y violento, no siempre ejerce sus controles, sus jerarquías y sus violencias del mismo modo. Creo que a esa diversidad de estrategias deberíamos oponerle una diversidad de resistencias. Ese sería el problema de fondo, pero en este trabajo me voy a limitar a las estrategias estatales.

Para poder distinguir dentro del Estado estos cambios de posición voy a retomar una idea de Foucault. En El nacimiento de la biopolítica él propone el reemplazo de una concepción entificada del Estado por una reformulación del mismo en términos de prácticas de estatalización. El Estado, dice Foucault, no tiene entrañas; es la suma de las prácticas estatalizantes, que pueden ser llevadas a cabo, o no, por su órganos y que nos afectan de modos muy distintos según el caso.
Creo que este enfoque puede ser productivo ya que a lo largo de su “evolución” el Estado se las ha arreglado bastante bien para adaptarse a un medio que le es hostil, e incluso para moldear ese medio a su favor; y eso es lo que me gustaría empezar a discutir hoy. El Estado sigue siendo el Estado, y el objetivo principal de este trabajo es enfrentar la idea, muy extendida, según la cual las organizaciones políticas occidentales progresan desde el despotismo hacia la democracia. Esta idea me parece errada por dos motivos. En primer lugar, el Estado nunca renuncia del todo a sus prácticas más violentas. Éstas permanecen siempre, más o menos latentes, superpuestas con otros modos de intervención. En segundo lugar, me da la impresión de que aún aquellos ámbitos que habitualmente se consideran más democráticos o libres de coacción (como la universidad), implican un grado de estatalización mucho menos explícito, pero mucho más profundo que el resto.
En este sentido me parece que podemos distinguir, a través de la evolución del Estado argentino, tres modos de intervención estatal que se superponen y se complementan.
En ocasiones el Estado se comporta de un modo quirúrgico. Su otro es como un tumor que debe ser extirpado antes de que afecte al resto. En este caso el Estado nos interpela como criminales. Este tipo de prácticas son llevadas a cabo, fundamentalmente, por las fuerzas de seguridad. Es ventajoso[1] porque puede moverse con eficacia y puede mostrar sus resultados con rapidez. Pero es desventajoso en la medida en que implica un corte neto entre la sociedad y el Estado, y se vuelve, por lo tanto, difícil de sostener en el tiempo. Se administra violencia. Ejemplos locales podrían ser las intervenciones militares durante las huelgas en la Patagonia a principios del Siglo XX y el mecanismo de desaparición forzada de personas puesto en funcionamiento durante la última dictadura militar.
Pero el Estado también se mueve de modo ortopédico. En este caso percibe a su otro no como un tumor que debe ser extirpado, sino como un miembro sano que puede desviarse de su normal desarrollo. Este tipo de prácticas me parece que son fundamentalmente reguladoras, y son llevadas a cabo por burócratas y juristas. En este caso el Estado nos interpela como ciudadanos. Es ventajoso en la medida en que produce la ilusión del reconocimiento del individuo como ciudadano, en su doble naturaleza de sujeto de derecho y de autor (indirecto) de aquello que lo regula. Sus desventajas radican en que supone por definición un ámbito de no intervención y restringe la capacidad de acción del Estado con una serie de controles internos. Este modo de estatalización creo que es el que se encarna en la administración pública y en los tribunales. Ejemplos locales podrían ser el proceso de regulación de las relaciones del trabajo y la gradual reglamentación de las organizaciones obreras en la primer mitad del Siglo XX.
Por último, el Estado adopta también prácticas eugenésicas. Ya no se trata de extirpar o dirigir, sino de producir o gestar una materia cuando todavía carece de forma. Es el conjunto de las prácticas estatales en materia de educación, salud y asistencia social. Es llevada adelante por burócratas altamente especializados y consiste en la inyección de recursos y saberes en la sociedad. Su principal ventaja radica en su capacidad de solapar Estado y sociedad, lo que le permite echar raíces profundas y crear una ilusión de libertad o independencia casi total. Su principal desventaja radica en los plazos que maneja (bastante más amplios que las anteriores) y la vulnerabilidad que las caracteriza hasta que se encuentra firmemente establecida. Ejemplos locales podrían ser la creación y desarrollo de los ministerios de educación, salud y asistencia social, junto a la enorme red de dispositivos que fueron desplegando a lo largo del tiempo.
Me parece importante tener cuenta un par de puntos dentro de este esquema. En primer lugar, se trata de prácticas simultáneas y complementarias; y aún cuando una aparente predominar sobre las otras en una circunstancia determinada, lo cierto es que los tres se despliegan en un delicado equilibrio que permite la supervivencia y la extensión de los procesos estatalizadores tomados en su conjunto. En segundo lugar que, al margen de las apariencias, en los tres casos se trata de prácticas que nos controlan, nos violentan y nos jerarquizan. La única diferencia radica en que las prácticas que denominé quirúrgicas actúan sobre nuestros cuerpos, dejando libres nuestras cabezas; y las eugenésicas liberan nuestros cuerpos, pero sólo en cuanto ya han operado sobre nuestras cabezas. Nos interpele como criminales, ciudadanos o población, somos siempre para el Estado sujetos (en el sentido de sujetados) de derecho. Pero así como la interpelación estatal cambia, creo que deberían modificarse nuestras estrategias de resistencia; y así como los modos de estatalización se complementan, también deberían complementarse nuestras acciones.
Un último punto que me gustaría dejar mencionado, y que requiere bastante trabajo todavía, es la notable capacidad de aprendizaje del Estado. En otros términos, no sólo se trata de una máquina que reprime, sino también de una mente que aprende. Las organizaciones obreras de ayuda mutua de principios del siglo XIX, las formas de resistencia urbana llevadas adelante por los huelguistas a principios del siglo XX y la guerrilla descentralizada de los ’70 tienen en común el haber sido cooptadas por el Estado bajo las formas de la asistencia social, de la reconfiguración de las estrategias y el armamento policial y de la adopción del terrorismo de Estado.

Martín

[1] En este punto, y en los que siguen, con el término ventajoso me refiero a la clase de beneficio que puede reportarle al Estado, ya sea para su sostenimiento o su expansión.

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